La figura del cardenal José María Caro Rodríguez ocupa un lugar central en la historia religiosa de Chile. Fue un hombre de profunda fe, un pastor cercano y un referente intelectual para la Iglesia del siglo XX. Pero detrás de su influente trayectoria existe un origen humilde, profundamente ligado al mundo rural de la antigua Colchagua. Ese origen se encuentra en la comuna de Pichilemu, en un sector conocido como Los Valles, parte de la histórica Hacienda San Antonio de Petrel.
Un nacimiento entre campos, acequias y casas de adobe
José María Caro Rodríguez nació el 23 de junio de 1866 en Los Valles, aunque esta fecha se conoce gracias a un escrito de su padre, pues el párroco de Ciruelos no registró el día exacto del nacimiento. Lo que sí quedó asentado fue su bautizo: el 15 de noviembre de ese año, en la capilla de San Antonio, ubicada dentro de la misma Hacienda de Petrel, jurisdicción de la Parroquia de San Andrés de Cirujanos.
En su autobiografía, el cardenal describe con cariño el lugar donde vio la luz por primera vez: “La mejor posesión de toda la Hacienda de San Antonio de Petrel… con árboles frutales, caudalosas acequias, una llanura para pasto y chacras, y cerros para la crianza de ovejas.” Ese paisaje resume el espíritu de la vida rural colchagüina del siglo XIX: extensas haciendas, agricultura de subsistencia, crianza ganadera y comunidades unidas por el trabajo, la fe y la familia.
El hogar de los Caro Rodríguez era sencillo, pero impregnado de religiosidad. La familia completa rezaba el rosario cada tarde, sin importar si había visitas; la caridad y la hospitalidad eran costumbres arraigadas; y la cercanía con la parroquia de Ciruelos marcaba el ritmo espiritual del día a día.
El primer varón después de varias hermanas, el pequeño José María fue recibido con particular alegría. Un detalle familiar, casi anecdótico, refleja la expectativa de la época: la matrona, al asistir el parto, habría dicho simplemente: “Obispo”, al ver que por fin nacía un hijo hombre. Un gesto que, visto desde la historia, parece adquirir tintes de premonición.
Un entorno que moldeó su vocación
La infancia del futuro cardenal transcurrió entre su casa natal y la de sus abuelos paternos, ubicada en Nuevo Reino. Sus abuelos, profundamente religiosos, reforzaron la vida espiritual que marcó su formación desde niño. El cardenal recuerda que jamás se dejaba de rezar el rosario y que las misas dominicales eran ineludibles, aunque para asistir hubiera que recorrer largos trayectos a caballo.
Este ambiente piadoso, unido al contacto cotidiano con la tierra y el trabajo rural, sembró en él valores que lo acompañarían por toda su vida: disciplina, humildad, sentido de servicio y una fe firme y confiada.

En sus memorias, Caro relata episodios de su niñez en los que, según su mirada adulta, la Providencia lo protegió de accidentes que pudieron ser graves. Uno de ellos ocurrió cuando un trabajador lo llevaba a caballo, y su madre pidió tomarlo en brazos justo antes de que el animal del trabajador cayera en una cueva de quique. En otra ocasión, un tío lo subió a un caballo ensillado como muestra de cariño, pero los perros espantaron al animal, que escapó hacia una quebrada. El niño cayó, pero sin lesiones graves.
Para él, estos episodios eran señales de un acompañamiento divino desde sus primeros días, testimonios íntimos de cómo Dios —según su propia interpretación— guiaba su historia incluso antes de que él fuera consciente.
Un legado que sigue vivo
En 1973, al crearse el nuevo departamento Cardenal Caro, dentro de la provincia de Colchagua, los congresistas y el entonces presidente Salvador Allende pretendieron rendir homenaje a la figura que no sólo dejó huella en la Iglesia, sino también en el alma de la zona que lo vio nacer. El nombre reconoce ese vínculo profundo entre el territorio y la persona: José María Caro no sólo nació en Pichilemu; su identidad, su vocación y parte esencial de su camino espiritual nacieron allí mismo, en Los Valles.
Más adelante, el proceso de regionalización suprimió el departamento pero, en 1979, el régimen decretó la creación de la provincia Cardenal Caro, parte de la nueva VI Región del Libertador General Bernardo O’Higgins, reavivando el homenaje simbólico al cura pichilemino.
Hoy, cuando el nombre del Cardenal Caro está asociado a escuelas, calles, instituciones, un decanato católico y a una provincia completa, vale la pena volver al origen y reconocer la fuerza simbólica de ese pequeño rincón rural. Los Valles es pieza fundamental de la historia espiritual de Chile. Desde la tierra de Pichilemu salió un niño que, con el paso de los años, se convertiría en el representante más alto de la Iglesia en nuestro país.

