Frente a las costas de La Vega de Pupuya, en la comuna de Navidad, emerge un islote que guarda una sorprendente riqueza de vida: el Islote de Pupuya. Este pequeño territorio rocoso, de apenas tres hectáreas, es mucho más que una formación geográfica: es un verdadero refugio de biodiversidad que forma parte de la identidad costera de la provincia Cardenal Caro.
Aquí anidan y descansan decenas de especies de aves, entre ellas el pingüino de Humboldt, el cormorán guanay, el pelícano, el piquero común, el pilpilén y el carismático gaviotín monja, con su plumaje gris perla y su pico color rojo intenso. El islote también alberga una numerosa colonia de lobos marinos comunes, que encuentran en sus rocas un lugar seguro para vivir y reproducirse.
El Islote de Pupuya y el humedal La Vega de Pupuya, que se extiende en tierra firme frente a él, han sido objeto de investigación y cuidado por parte de organizaciones locales. La Fundación Kennedy para la Conservación de los Humedales desarrolló aquí un proyecto financiado por el Fondo de Protección Ambiental del Ministerio del Medio Ambiente, que permitió estudiar la avifauna del sector y sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de conservar este ecosistema.

El estudio registró más de cincuenta especies de aves, algunas en categoría de conservación, y evidenció que el islote cumple un rol clave en la reproducción y descanso de la fauna marina del litoral central. Sin embargo, su equilibrio sigue siendo frágil: el tránsito de vehículos por la playa, la basura y la presencia de animales domésticos representan una amenaza constante para este santuario natural.
Por eso, junto al conocimiento científico, también ha crecido el compromiso de los vecinos y pescadores que viven en torno a La Vega de Pupuya. Ellos han sido testigos de cómo el islote cambia con las estaciones, de cómo el viento y las olas lo esculpen, y de cómo las aves regresan cada año a poblarlo.
El Islote de Pupuya es, sin duda, uno de los rincones más singulares del litoral de Cardenal Caro. Es una muestra viva del valor ecológico y cultural de nuestras costas, y un recordatorio de que la naturaleza, cuando se respeta y se protege, retribuye con belleza y vida. Es un patrimonio natural que debemos proteger. Su declaración como Santuario de la Naturaleza es fundamental. Al visitar esta costa, recuerda: observa desde la distancia, respeta la vida silvestre y ayúdanos a asegurar que este refugio siga siendo el hogar de miles de aves para las futuras generaciones.

